En el presente escrito, vamos a obviar todo lo que
involucra al concepto y significado de competencia, así mismo nos reservamos de
comentar y escrudiñar en lo que respecta la historicidad del enfoque en
competencias, su diversidad de posturas y algunos fundamentos teóricos
psicológicos que lo sustentan, así como la viabilidad de mejora educativa a
través de este.
Actualmente los esfuerzos por mejorar la calidad
educativa se resumen en de brindar directivas, lineamientos, conocimientos de
gestión (liderazgo) y para ello el estado está destinando presupuesto
exuberante, por supuesto que no está mal, así mismo en sus planes a largo y
mediano plazo está la reducción del personal docente activo fundamentalmente de
la EBR. Sin embargo las cosas no parecen mejorar a corto ni a mediano plazo,
las razones saltan a la vista: los centros donde se forman a los futuros
maestros no están en condiciones de brindar los servicios para lo cual se
exige, no se hace investigación ni mucho menos innovación. Desde los mediados de
los noventa a nivel nacional se viene capacitando a los docentes en manejo de
estrategias, métodos y técnicas, todo ello en marco a los enfoques que están de
boga. Naturalmente los resultados siguen siendo adversos, pues cada vez más
tenemos estudiantes que solo estudian por sus calificaciones que se traduce en
notas, cada suspensión de clases es bien visto por la gran mayoría, y a este
panorama se suma el estrés y desmotivación de los docentes, salvo escasos
excepciones.
Frente a este panorama cabe la idea que estamos en
camino no correcto y como respuesta a ello tenemos el gran aporte de la
Neurociencia, en donde se hace un estudio exhaustivo de la naturaleza y
funcionamiento del cerebro. Francisco Mora, en su libro Neuroeducación, afirma categóricamente “Sólo se puede aprender
aquello que se ama”, es también doctor en Neurociencia por la Universidad de
Oxford. Lo preocupante es, que los responsables de considerar estos aspectos en
la educación hasta ahora no se pronuncian pese que en el 2010 en nuestro país
se realizó el primer Congreso Mundial de Neuroeducación. La pregunta es ¿por
qué no se tienen en cuenta los hallazgos de la Neuroeducación?, no será que
tomar en cuenta estos aspectos significa en términos coloquiales tirar a la
basura la gran parte de lo que tenemos ahora o trastocaría la esencia del
sistema educativo actual estéril. Al respecto cada uno saca sus propias
conclusiones.
En el presente es necesario considerar las
declaraciones de Francisco Mora ante las preguntas planteadas.
Pregunta: ¿Por qué es importante tener en cuenta los hallazgos de la
neuroeducación para transformar la forma de aprender?
Respuesta: A nivel internacional hay mucho hambre por anclar en sólido lo que
hasta ahora solo han sido opiniones, y ese interés se da especialmente en los
profesores. Lo que hace la neuroeducación es trasladar la información de cómo
funciona el cerebro a la mejora de los procesos de aprendizaje. Por ejemplo,
conocer qué estimulos despiertan la atención, que después da paso a la emoción,
ya que sin estos dos factores no se produce el aprendizaje. El cerebro humano
no ha cambiado en los últimos 15.000 años; podríamos tener a un niño del
paleolítico inferior en un colegio y el maestro no darse cuenta. La educación
tampoco ha cambiado en los últimos 200 años y ya disponemos de algunas
evidencias que hacen urgente esa transformación. Hay que rediseñar la forma de
enseñar.
P: ¿Cuáles son las certezas que ya se pueden aplicar?
R: Una de ellas es la edad a la que se debe aprender a leer. Hoy sabemos
que los circuitos neuronales que codifican para transformar de grafema a
fonema, lo que lees a lo que dices, no terminan de conformar las conexiones
sinápticas hasta los seis años. Si los circuitos que te van a permitir aprender
a leer no están conformados, se podrá enseñar con látigo, con sacrificio, con
sufrimiento, pero no de forma natural. Si se empieza a los seis, en poquísimo
tiempo se aprenderá, mientras que si se hace a los cuatro, igual se consigue
pero con un enorme sufrimiento. Todo lo que es doloroso tiendes a escupirlo, no
lo quieres, mientras que lo que es placentero tratas de repetirlo.
P: ¿Cuál es el principal cambio que debe afrontar el sistema educativo
actual?
R: Hoy comenzamos a saber que nadie puede aprender nada si no le motiva.
Es necesario despertar la curiosidad, que es el mecanismo cerebral capaz de
detectar lo diferente en la monotonía diaria. Se presta atención a aquello que
sobresale. Estudios recientes muestran que la adquisición de conocimientos
comparte sustratos neuronales con la búsqueda de agua, alimentos o sexo. Lo
placentero. Por eso hay que encender una emoción en el alumno, que es la base
más importante sobre la que se sustentan los procesos de aprendizaje y memoria.
Las emociones sirven para almacenar y recordar de una forma más efectiva.
P: ¿Qué estrategias puede utilizar el docente para despertar esa
curiosidad?
R: Tiene que comenzar la clase con algún elemento provocador, una frase
o una imagen que resulten chocantes. Romper el esquema y salir de la monotonía.
Sabemos que para que un alumno preste atención en clase, no basta con exigirle
que lo haga. La atención hay que evocarla con mecanismos que la psicología y la
neurociencia empiezan a desentrañar. Métodos asociados a la recompensa, y no al
castigo. Desde que somos mamíferos, hace más de 200 millones de años, la
emoción es lo que nos mueve. Los elementos desconocidos, que nos extrañan, son
los que abren la ventana de la atención, imprescindible para aprender.
P: Usted ha advertido en varias ocasiones de la necesidad de ser cautos
ante las evidencias de la neuroeducación. ¿En qué punto se encuentra?
R: La neuroeducación no es como el método Montessori, no
existe un decálogo que se pueda aplicar. No es todavía una disciplina académica
con un cuerpo reglado de conocimientos. Necesitamos tiempo para seguir
investigando porque lo que conocemos hoy en profundidad sobre el cerebro no es
aplicable enteramente al día a día en el aula. Muchos científicos dicen que es
muy pronto para llevar la neurociencia a las escuelas, primero porque los
profesores no entienden de lo que les estás hablando y segundo porque no existe
la suficiente literatura científica como para afirmar a qué edades es mejor
aprender qué contenidos y cómo. Hay flashes de luz.
P: ¿Podría contar alguno de los más recientes?
R: Nos estamos dando cuenta, por ejemplo, de que la atención no puede
mantenerse durante 50 minutos, por eso hay que romper con el formato actual de
las clases. Más vale asistir a 50 clases de 10 minutos que a 10 clases de 50
minutos. En la práctica, puesto que esos formatos no se van a modificar de
forma inminente, los profesores deben romper cada 15 minutos con un elemento
disruptor: una anécdota sobre un investigador, una pregunta, un vídeo que
plantee un tema distinto… Hace unas semanas la Universidad de Harvard me encargó diseñar
un MOOC (curso online masivo y abierto) sobre Neurociencia. Tengo
que concentrarlo todo en 10 minutos para que los alumnos absorban el 100% del
contenido. Por ahí van a ir los tiros en el futuro.
P: En su libro Neuroeducación. Solo se puede
aprender aquello que se ama alerta sobre el peligro de los
llamados neuromitos. ¿Cuáles son los más extendidos?
R: Existe mucha confusión y errores de interpretación de los hechos
científicos, lo que llamamos neuromitos. Uno de los más extendidos es el de que
solo se utiliza el 10% de las capacidades del cerebro. Todavía se venden
programas informáticos basados en él y la gente confía en poder aumentar sus
capacidades y su inteligencia por encima de sus propias limitaciones. Nada
puede sustituir al lento y duro proceso del trabajo y la disciplina cuando se
trata de aumentar las capacidades intelectuales. Además, el cerebro utiliza
todos sus recursos cada vez que se enfrenta a la resolución de problemas, a
procesos de aprendizaje o de memoria.
Francisco Mora, doctor en Medicina y Neurociencia, en su despacho de la
Facultad de Medicina de la Universidad Complutense. JAIME VILLANUEVA
Otro de los neuromitos es el que habla del cerebro derecho e izquierdo y de
que habría que clasificar a los niños en función de cuál tienen más
desarrollado. Al analizar las funciones de ambos hemisferios en el laboratorio,
se ha visto que el hemisferio derecho es el creador y el izquierdo el analítico
-el del lenguaje o las matemáticas-. Se ha extrapolado la idea de que hay niños
con predominancia de cerebros derechos o izquierdos y se ha creado la idea
equivocada, el mito, de que hay dos cerebros que trabajan de forma
independiente, y que si no se hace esa separación a la hora de enseñar a los
niños, se les perjudica. No existe dicha dicotomía, la transferencia de
información entre ambos hemisferios es constante. Si se presentan talentos más cercanos
a las matemáticas o al dibujo, no se refiere a los hemisferios, sino a la
producción conjunta de ambos.
P: ¿Está influyendo la neuroeducación en otros aspectos de la enseñanza?
R: Hay un movimiento muy interesante que es el de la neuroarquitectura, que
pretende crear colegios con formas innovadoras que generen bienestar mientras
se aprende. La Academia de Neurociencias para el Estudio de la Arquitectura en
Estados Unidos, ha reunido a arquitectos y neurocientíficos para concebir
nuevos modos de construir. Nuevos edificios en los que, aún siendo importante
su diseño arquitectónico, se contemple la luz, la temperatura o el ruido, que
tanto influyen en el rendimiento mental.
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